LAS 7 MENTIRAS MÁS COMUNES DE SATANAS EN EL CREYENTE.
Desde luego que Satanás tiene más que siete mentiras, es rico en engaños y estafas. Pero lo que quiero destacar aquí es que estas mentiras están dirigidas especialmente a quienes todavía no son salvos. Es a esos a los que Satanás más usa. Recordemos lo que dijo Jesús, de cómo el diablo se especializa en la mentira y el engaño: (Jn. 8:43, 44).43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Este tema está dirigido muy especialmente a las personas que escuchan el evangelio, porque es a esos a quienes Satanás les ofrece muy buenas excusas. Vuelvo a repetir, el diablo tiene más que siete mentiras, pero sólo vamos a examinar esas que emplea con mayor frecuencia, ya que el espacio no nos permite más.
I. POSPONER LAS COSAS «Todavía no, después lo haré»
Satanás no siempre puede mantener a su víctima alejada de la Palabra de Dios. Es bastante común que el hombre o la mujer pecadores, asistan a la iglesia, oren o alaben a Dios, lean la Biblia o alguna literatura cristiana. Todo esto bien puede llevarlos a decidirse por Cristo y escapar de las garras del tirano, “padre de mentira”. Es entonces, cuando el pecador se expone a la Palabra, que Satanás pone a funcionar su arsenal de excusas, cuando nota que el pecador está decidiendo o que se está dando cuenta de que ha llegado el momento de arrepentirse, confesar sus pecados y depositar su fe en Cristo para ser salvo por su gracia. Es entonces cuando este mentiroso le dice al oído: «Está bien, todo es verdad, estás perdido, todo lo que has oído o leído es cierto, pero... déjalo para otro día, mañana por ejemplo, podrás convertirte».
Lo que Satanás no le dice a este pecador, es que está por cometer el pecado de presunción. Porque con una actitud así, el pecador pretende tener dominio sobre su vida. Es como si dijera: «Ya tendré oportunidad mañana, dentro de una semana, dentro de un mes, etc.» Satanás sabe que cualquier tiempo que el pecador le conceda, aunque sean unas horas, puede ser suficiente para alejarlo definitivamente de su inquietud espiritual.
Si usted ha caído en esta trampa, quiero que antes de hacerle caso al diablo, recuerde estas advertencias bíblicas: (Heb. 3:7,
. “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto” (Heb. 3:13). “Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Heb. 3:15) “Entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”. (Heb. 4:7). “Otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (2 Co. 6:1, 2). “Así, pues, nosotros, como colaboradores suyos, os exhortamos también a que no recibáis en vano la gracia de Dios. Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación”
Todas estas advertencias son para que el pecador no posponga su decisión. Advierten del serio peligro que hay en ello. Puede sobrevenir una muerte inesperada que acabe así con cualquier oportunidad, Dios tiene el poder para endurecer el corazón del pecador al punto que ya no le es posible tomar una decisión: (2 Ts. 2:11, 12). “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia”
Es posible también que la Iglesia sea arrebatada, entonces ya será tarde cualquier intento de salvación. Vemos entonces que a Satanás le interesa muchísimo que el pecador posponga su decisión, porque «Mañana» bien puede ser «Nunca».
II. «Debo estar seguro de que podré ser fiel»
Es común escuchar esto. Hay quienes dicen: «Bueno, una cosa así hay que tomarla con calma, porque intentar ser cristiano en una forma precipitada y luego no poder cumplir, ¡sería como burlarse de Dios!»
Veamos lo que dice en Hechos 16:27-34: Todo esto lo dice la Biblia, pero supongamos que el carcelero hubiera querido “estar seguro de poder cumplir” y por ello hubiera entablado la siguiente conversación con Pablo y Silas: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” Y luego, al oír la respuesta hubiera dicho: «Bueno, permítanme pensarlo bien. Tengo esposa e hijos, tengo amigos y superiores. Primero debo estar bien seguro de que mi familia me acompañará en esta nueva fe... Esto es algo muy serio, no se puede jugar con Dios. No quiero fracasar, quiero emprender ese camino cuando esté totalmente seguro de poder cumplir con los mandamientos de Dios».
Parecen lógicas las supuestas reflexiones de este hombre. Pero... ¿Puede uno estar en una condición de mayor fracaso y peligro que vivir sin ser salvo? Si un profesional quiere cambiar de profesión, es bueno que primero haga cuentas. Si ya tiene una profesión, no sería prudente renunciar a ella por algo incierto. Pero... ¿Qué puede perder un pecador, sino el pecado?
El pecador no tiene por qué preocuparse de no poder cumplir, cuando Jesús dijo: “Consumado es...” (Jn. 19:30). Él consumó, cumplió y concluyó nuestra salvación. También dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Jn. 10:27, 28).
Jesús no dice: «Mis ovejas DEBEN oír mi voz», porque los salvos lo están haciendo.
Jesús no dice: «Mis ovejas DEBEN seguirme», sino “me siguen”.
Jesús no dice: «Mis ovejas DEBEN tener vida eterna», sino “yo les doy vida eterna”.
Jesús no dice: «Mis ovejas NO DEBEN perecer jamás», sino “no perecerán jamás”.
Jesús no dice: «Mis ovejas DEBEN permanecer en mi mano», sino “nadie las arrebatará de mi mano”.
III. «¡Es que hay tantas religiones!»
La tercera mentira de Satanás consiste en confundir al pobre pecador haciéndole ver que hay demasiadas religiones. Realmente, la fábrica de todas las religiones es supervisada por el diablo. Es cierto que las hay, y muchas, así ha sido siempre, pero Jesús nunca se refirió a religión alguna cuando habló de la salvación y de la vida cristiana. Cuando les habló a los religiosos de su tiempo, les reprochó por su hipocresía; así se halla registrado en el capítulo 23 de Mateo.
Jesús no era un religioso, fue incluso acusado por los escribas y fariseos porque se juntaba con mucha gente y denunciaba las apariencias de los religiosos. Los apóstoles no eran religiosos, tampoco los profetas. Mas bien fueron perseguidos por ellos. No solamente hay muchas religiones. Pero cuando se trata de la salvación del pecador, Jesús dice: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:4-6).
Pedro, hablando de Jesús dijo: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4:11, 12).
¿Quiere llegar al cielo? Jesús es el camino.
¿Quiere estar en la verdad? Jesús es la verdad.
¿Quiere tener vida eterna? Jesús es la vida eterna.
¿Quiere salvación? En ningún otro hay salvación, sino solo en Jesús.
Dios no le pide cuentas de por qué hay tantas religiones. Dios no le exige que escoja una religión, la verdadera, entre tantas. Muchos años antes de Cristo, Dios, hablando por boca de Isaías y refiriéndose al único camino de salvación, dijo: “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda. Entonces profanarás la cubierta de tus esculturas de plata, y la vestidura de tus imágenes fundidas de oro; las apartarás como trapo asqueroso; ¡sal fuera! les dirás” (Is. 30:21, 22).
IV. «No creo que Dios me perdone»
Son muchos los pecadores a quienes Satanás les ha dicho: «Eres demasiado pecador, ya no tienes salvación, Dios jamás te perdonará. El cristianismo es para esos que son morales, buenos, intachables y limpios». Nunca olvide que estos pensamientos son el producto del mentiroso y padre de mentira. No necesitamos más que ver la clase de gente con que Jesús trató y cómo les ofreció salvación aun a los peores pecadores. Tomemos dos ejemplos de la Biblia:
Zaqueo: La historia de este hombre y su encuentro con Jesús se halla en Lucas 19:1-10. Dice la Biblia que era un cobrador de impuestos y que era de baja estatura, que deseaba ver personalmente a Jesús, y finalmente, que quería verlo secretamente. Cuando Jesús le dijo que se bajara del árbol en que estaba subido, porque él mismo iría a posar en su casa, lo hizo de inmediato y le ofreció gozoso su hogar. Fue tan grande el impacto que hizo Jesús en la vida de este hombre, que dijo: “...He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”(Lc. 19:8-10). Jesús dijo públicamente en la casa de Zaqueo, que su misión era buscar y salvar a los pecadores. Hasta la fecha, él sigue buscando a los pecadores para salvarlos: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt. 9:13b).
Una mujer pública: En Juan 8:1-11, Juan registra un incidente singular entre Jesús y unos religiosos que hallaron a una mujer pecadora. Pero note que Jesús no cuestionó las acusaciones de ellos. No dijo que esa mujer no era pecadora, que «todos adulteran», sino solamente manifestó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”(v. 7).
¿Sabía usted que entre ellos había uno sin pecado, pero que no arrojó esa piedra? ¿Recuerda el nombre de ese hombre sin pecado? ¿Recuerda lo que ese hombre sin pecado dijo después de hacer la invitación?: “Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (vs. 10, 11).
V. «Yo no soy tan malo»
Así somos los humanos, mientras unos se consideran demasiado pecadores, otros piensan que son demasiado buenos, santos, piadosos y que en realidad no necesitan de Dios, ni del perdón de sus pecados ni del sacrificio de Cristo ni nada de eso. Satanás es el dueño de ambas mentiras. No todos son muy malos, ni todos muy buenos. Él tiene suficiente argumentos para ambos grupos. Hay quienes dicen: «Siempre voy a la iglesia». «Siempre doy diezmos y ofrendas y ayudo a los pobres». «No insulto, ni critico a nadie, no busco pleitos». «Hago ayunos, cumplo con mis promesas, oro todos los días y ando bien con todos». Pero la Biblia dice que todos somos malos y pecadores: “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”(Ro. 3:23).
Aunque usted tenga buen carácter, ayude a otros y no hable mal de nadie, a pesar de todo es pecador. Incluso es probable que se sienta mejor que los demás y que crea que su vida agrada a Dios. Entonces le recomiendo que lea todo el capítulo 10 del libro de Hechos de los Apóstoles, allí verá una figura insuperable en cuanto a la conducta, pero que no era salvo. La cuestión no es si uno es bueno o es malo, la cuestión radica en si la persona es salva o no, tal como dijera el Señor Jesucristo: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba al pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lc. 18:9-14).
VI. «No entiendo la Biblia»
Satanás suele meter en la cabeza de las personas la mentira de que la Biblia no se puede entender. Ciertamente hay algo de verdad en esto, porque tampoco los ciegos pueden distinguir los colores. Las personas que no pueden entender la Biblia es porque no son salvas. Pero usted no tiene que comprender la Biblia para ser salvo, porque después la entenderá. Lo importante es que la Biblia sí le entiende a usted y lo describe con detalles sorprendentes. Mientras no sea salvo, no va a comprenderla: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”(1 Co. 2:14-16).
El Espíritu Santo que asiste al creyente regenerado, no lo hace con el pecador no regenerado: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Jn. 16:13).
(1 Co. 2:12, 13). leemos: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual” Sería extraño que una persona no regenerada pudiera entender bien las Escrituras e interpretarlas correctamente. Sería como si un ciego de nacimiento, en su condición de invidente, distinguiera los colores. Si el inconverso no entiende la Biblia, ¡es simplemente natural, es bíblico, así debe ser!
VII. «Temo el ‘qué dirán’»
Hay innumerables personas que no aceptan a Cristo, no porque no sientan el deseo y la necesidad, lo que ocurre es que tienen vergüenza de hacerlo porque saben que sus familiares y amigos se burlarán de ellos. El mundo presente está bajo el dominio de las tinieblas, predomina el pecado. Por lo cual, todo intento de escapar de semejante vida, es visto como fuera de lo común.
Jesús, hablando de esto en cierta ocasión, dijo: “Porque el que se avergonzare de mí y mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mr. 8:38).
En la actualidad no es nada popular ser cristiano. En algunos círculos es realmente motivo de vergüenza declararlo. Pero los papeles cambiarán, llegará el día que el Salvador vendrá con sus santos ángeles y destacará a unos y rechazará a otros.