Junio 01, 2010Reflexiones
CristianasLa tropa avanzaba paso a paso. La selva estaba espesa
y húmeda, el suelo, lleno de barro y el peligro acechaba en cada metro
del sendero.
En eso Lewis B. Puller, teniente del ejército
estadounidense que peleaba en Vietnam, pisó una trampa explosiva. Para
todo soldado que hablaba inglés, era literalmente una "trampa
caza-bobos". La explosión no lo mató, pero le mutiló las dos piernas y
parte de las manos.
Librado de la muerte, Lewie Puller regresó a su país,
estudió derecho a fin de convertirse en abogado, se casó y tuvo hijos y
hasta escribió un libro titulado Hijo Afortunado que le ganó un premio.
Pero su vida nunca dejó de arrastrar el dolor de la guerra. Un día, no
aguantando más su pena, se suicidó. La revista Time publicó su obituario
y le puso por título: "La herida que nunca sanó"
Las guerras de este mundo siguen cobrando sus
víctimas, aún después de pasados muchos años. El Teniente Puller, hijo
del General Puller, el hombre más condecorado de la marina
estadounidense, parecía ser un triunfador. Se sobrepuso a la pérdida de
sus piernas. Vivió veintiséis años con su esposa. Y escribió, con éxito ,
su autobiografía. pero la Psicosis de la guerra lo tenía marcado.
Puller se sumergió en el alcohol. Eso provocó
problemas en su matrimonio, acelerando la separación de su esposa. La
herida psicológica de Vietnam, que nunca sanó, terminó destruyéndolo.
Hay heridas del alma peores que las del cuerpo.
Muchos hombres lisiados de gravedad han podido sobrevivir, recuperarse y
hasta ser felices. Pero Puller cayó víctima de otra herida. Allá en el
fondo de su alma hubo siempre una úlcera, una llaga abierta que
continuamente preguntaba: ¿Por qué tuvo que pasarme a mí?
Buscó alivio en el alcohol, pero éste también es una
"trampa caza-bobos" tan destructiva como aquella otra que le mutiló las
piernas en plena selva.
Nos gustaría poder dar a conocer otros detalles agradables respecto a
este hombre y darle a su biografía un final
. Pero la realidad
suele a veces ser cruel. No hay consuelo en el alcohol. No hay salvación
en las drogas. No hay fuerza vital verdadera en la erudición ni en la
literatura. Lo único que puede sanar las heridas del alma es una
experiencia espiritual.
Jesucristo es quien consuela a los afligidos, levanta
a los caídos, anima a los deprimidos y libera a los cautivos. Sólo
Cristo salva, restaura, redime y transforma. Vengan a mí, nos dice a
todos. Aceptemos su invitación.
Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus
heridas, dice Jehová; porque desechada te llamaron, diciendo: Esta es
Sion, de la que nadie se acuerda. Jeremías 30:17
He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los
curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Jeremías 33:6