Se cuenta una leyenda acerca de un rabí de una pequeña ciudad judía. El
pueblo se reunió en la sinagoga la víspera de Yom Kippur (el día de
expiación), pero cuando llegó el momento de comenzar el culto más
importante del año judío, no encontraban al rabí por ninguna parte.
Durante el retraso, una joven madre fue a su casa a ver cómo estaba su
hijita, a quien había dejado durmiendo. Para su sorpresa, vio al rabí
sentado tranquilamente en una silla, con la niña en los brazos. Había
pasado por la casa de la madre de camino a la sinagoga cuando escuchó
llorar a la bebé y se detuvo a ayudar. Cargó a la niña en brazos hasta
que se durmió.
Hay una lección para todos nosotros en el ejemplo del rabí y en el amor
de Jesús por la gente (Mateo. 9:18-26). En nuestras agitadas y ocupadas
vidas, tendemos a enredarnos tanto con nuestras propias preocupaciones
que perdemos el sentido de la compasión por los demás. Debemos tomarnos
el tiempo para observar y responder a las personas, ya sean niños
pequeños, padres o creyentes mayores que nosotros.
En algún momento en medio de las demandas que tienes , tómate el tiempo
de acariciar la mano de un creyente anciano, de consolar a una madre
cansada, o de acunar a un bebé hasta que se duerma. -DCE
Marcos. 9:37
El que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí..