Para el creyente los momentos difíciles representan oportunidades de renovar la fe… pues en la prueba la fe se perfecciona, no es que Dios nos mete en atolladeros por experimento como algunos creen o que al cristiano le encanta el sufrimiento; O incluso como oí por ahí… que cuando se es cristiano todas las cosas se vuelven cuesta arriba.
Confiar en Dios es básico para un cristiano… no olvidemos que Dios nos impulsa a poner todas las cosas y los afanes en sus manos… probadme! –Dice el señor.
Para tener fe es preciso aprender a confiar sin titubeos en Dios, y para alguien que encuentra al Señor es tempranamente difícil, a menos que haga de confiar un hábito. Pero… confiar no significa volvernos irrelevantes, ociosos o conformistas; al contrario, confiar es permitirle a Dios guiarnos a tomar iniciativas en nuestro favor, la toma de decisiones que darán a nuestra vida un sentido armonioso y consecuente con nuestra vida en Cristo. Lo que sucede es que Dios nos ha capacitado para salir delante de toda prueba, ya que él no nos ha entregado de forma irresponsable. Para el no creyente, las dificultades pueden ser inclusive un mecanismo idóneo para replantearnos nuestro proceder ante la vida, hay quienes han encontrado al Señor al final del túnel, de pronto cuando agotaron todas las posibilidades humanas se dieron cuenta de que Dios es el pronto y eficaz auxilio… La audacia de Confiar!
No temas porque Yo estoy contigo; desde el oriente traeré a tu descendencia, desde el occidente te reuniré. Isaías 43:5.
Cuando pasamos por momentos donde las opciones se ciernen y no hay una que podamos distinguir con claridad como la más conveniente es preciso confiar en Dios; si estamos en una dificultad sin opciones aparentes, cuando todas las puertas se cierran y todos nos dan la espalda es necesario, imprescindible poner todo en sus sabias manos, es decir tener la audacia de confiar.
Podemos ayudar a nuestros hermanos de la fe, orando por la madurez espiritual y para que las pruebas permitan llegar a un nuevo nivel en nuestra relación con el Señor, es necesario orar los unos por los otros para consolidar y enriquecer nuestra vida en Cristo.