Muchas veces hemos sentido nuestro corazón abatido por una frase dicha con maldad o sin reflexión, las palabras tienen la violencia de desatar tempestades cuando son lanzadas con desprecio, indiferencia, odio o rencor, por eso meditemos antes de hablar y hagamos de nuestra boca una fuente por donde broten aguas dulces y no amargas.
Hay actos que cometemos sin pensar y que son objeto de mala interpretación par parte de alguien que se ve ofendido o quebrantado por ese motivo, descubramos nuestro carácter y seamos concientes de que debemos ser responsables de lo que decimos y hacemos.
Si hemos ofendido a alguien de alguna manera justa o injusta es mejor que sepamos encontrar el momento oportuno para solicitarle nos entienda y sepa disculparnos, esto nos llenará inmediatamente de paz y luz interior.
La Biblia nos relata que Pedro preguntó a Jesús, Señor cuantas veces debemos perdonar? Y Jesús enfáticamente le respondió… ¡Hasta 70 veces 7!, esto no lo dijo como un número exacto sino que se quiso decir… Tantas veces como sea necesario para estar en paz con vos mismo y con tu prójimo.
Nada de esto se puede lograr sin Jesús porque no nos referimos a un perdón fingido sino dado de todo corazón. El perdón es la única manera de dar punto final a una discusión sin sentido, el perdón es una forma dulce que decirle a Jesús que nos esforzamos en seguirle aunque nos cueste mucho; el perdón es la puerta que conduce a la calma y sosiego infinitos.